19.1.07

sobre héroes y tumbas, de ernesto sábado

Estoy leyéndolo por primera vez, y realmente tiene pasajes que me han dado vuelta la cabeza. Hay registradas, en ese libro, maneras de ser típicas de los argentinos. Cuando lo leo, veo cómo ha desmenuzado este mundo, y cómo, presa de la desilusión por él, han seguido viviendo los narradores de la primera y la última parte del libro. Bien podría ser yo, cualquiera de ambos.

Me vino bien leer ese libro, me ayudó a darme cuenta de muchas cosas. Primero, que no soy la única que ve que este mundo es una mierda, el que de algún modo místico que no se explica racionalmente, sigue existiendo en vez de precipitarse hacia la nada. Segundo, que a pesar de ser una mierda, este mundo logra brindarnos momentos no sólo felices sino también, sublimes, aunque duren menos que un suspiro. Cómo coexiste la mierda con lo sublime es un misterio también, el más grande de todos, mucho mayor que el de por qué no se precipita hacia la nada.

El libro tiene la melancolía que yo he estado viviendo desde hace un año o dos, por lo que además de hacerme ver lo que acabo de decir, me hizo ver también que lo que se hace en esos casos es seguir existiendo y seguir haciendo lo que hacen todos, que es trabajar y ganarse el pan, tal vez para nada, pero mucho más probablemente para algún fin que apenas se vislumbra en el aquí y ahora, que es el cumplimiento de la propia vocación. Vocación que toma múltiples facetas, según la persona en que recaiga.

Los personajes sufren, y sin embargo siguien viviendo. Pero para hacerlo, todos pasan por alguna crisis mayor, algo que los termina destruyéndolos un poco, aunque al fin acaba por fortalecerlos y así les permite resistir la mierda de esta vida.

Fue realmente providencial para mí leer ese libro, porque nadie parece hablar de la mierda que es la vida, y del dolor que el mismo vivir les causa a los más débiles o los más sensibles. Los que hablan por lo general son los fuertes, los que sobreviven aplastando o explotando a los que tienen a su alrededor. Son los que dicen: "así es la vida, m'ijito. Hay que laburar". Y laburar para ellos es hacer lo que sea necesario para ganarse el pan, el auto, la heladera, el microondas, la computadora, el equipo de DVD y el sistema de sonido surround, y la casa o el departamento TOP. Y no nos olvidemos de la ropa de marca, que en un atuendo completo (zapatos, cartera, ropa interior, y vestimenta) alimenta a una familia pobre por un mes.

Siempre hay gente ridículamente optimista que canta cosas como "what a wonderful world", que traducido dice: qué mundo maravilloso. Pero yo necesitaba hacer el camino inverso, y no ese optimismo que a primera vista parece tan pueril: quería que alguien me explique cómo desde el pesimismo total se puede llegar a ese optimismo, por medio de qué milagro se lograba, a pesar de la desilusión y la melancolía y el cinismo. Porque un cínico alguna vez fue optimista o inocente. Sin embargo, es fácil creer en los ideales cuando nada los ha puesto a prueba. Es fácil ser optimista cuando se es inocente respecto de los demás hombres. Es realmente excepcional la persona que habiendo vivido en este mundo, y habiendo tenido que soportar la mierda de los otros sin poder hacer nada, sigue siendo optimista. También es excepcional el hombre que recupera su optimismo después de haberlo perdido.

De algún modo, gracias a haber leído este libro, comencé a recuperar las ganas de seguir. Sé que la gente sólo cambia cuando algo límite irrumpe en su vida, cuando una crisis se la da vuelta sin contemplaciones. Sé que no puedo cambiar yo a nadie, por lo tanto. Y sé que no se puede cambiar el mundo, porque cambiar el mundo es cambiar a las personas que viven en él.

Yo ya no quiero cambiar el mundo. Aprendí a los golpes que no se puede, que la gente es un sorete, y que yo misma, muchas veces, y para mi propia vergüenza, soy un sorete también. Pero aunque no cambie el mundo, puedo vivir mi vida como yo quiera. Puedo hacer algo de mí, de mis talentos, puedo sentirme completa a pesar de la mierda de este mundo. Puedo escribir.

Puedo escribir y ser yo misma, y hacer en mi escritura lo que se me cante el soberano ojete, porque nadie me basurea, ni me mandonea, ni me explota cuando escribo. Y sí que se toma revancha quien escribe. Se toma revancha del hijo de puta, del sádico, del amarrete, del cruel, del indiferente. Porque escribiendo, puede denunciarlo con nombre y apellido, aunque los cambie a los nombres reales por otros inventados.

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