8.4.07

La tristeza más grande

¿De dónde viene esta tristeza que me carcome? No importa cuántas cosas vayan bien en mi vida, no encuentro descanso en nada. Si voy a la iglesia y rezo, si no voy a la iglesia y no rezo, si tengo trabajo, si no lo tengo, si estoy peleada con mi familia, si no lo estoy...

Nada de lo que hago me da alegría duradera. Porque no es que no sé reír: tengo sentido del humor, y me encuentro a mí misma riendo respecto de las cosas más tontas o de las más sofisticadas. Y no es que no disfruto estando con mis amigos, porque me gusta estar con ellos y charlar, y también me río con ellos. Hago bromas con ellos.

Pero cuando tengo un segundo para mí misma, para meditar, me llega esta tristeza sin fondo ni fin, y no sé qué hacer. No tengo medios para solucionarla. Puedo paliarla, puedo rezar, y repetir en mi cabeza una y otra vez las frases como "Yo soy valiosa para mi Dios, el Señor es mi fortaleza" (de algún lado de Isaías), frases que creo y que me reponen, pero haga lo que haga esta tristeza vuelve.

¿Está bien que la sienta? ¿Está bien que sin tal vez un motivo en particular sienta esta espada atravesándome el pecho? ¿Es normal que sienta este dolor, nada más que por estar viva? ¿Es desagradecido sentir esto que siento?

Porque no soy ciega: puedo ver cómo Dios me ha dado grandes cosas. Puedo ver cómo a los ojos del mundo también soy afortunada, teniendo mi casa propia mientras hay personas en mi situación que tienen que laburar durante años, para después recién a los 40 comprarse su casa.

Pero no sé... aunque quiera no sentirla, no lo puedo evitar. Haga lo que haga. Quería recibirme, y lo hice, ahora ya no tengo nada de qué arrepentirme. Tengo mi título, para todos los que me hincharon las pelotas con que tenía que rendir mis últimas materias. Eso no cambió ni un poquito esa tristeza que sentía. Sigue acá.

Quería ser independiente, y que mis papás no me dieran nada de dinero, para no deberle nada a nadie, ni siquiera el pan que me llevo a la boca. Lo hice. Y sin embargo, eso no cambió en nada la tristeza que sentía, porque aun hoy la siento.

Quería escribir, y animarme a escribir una novela. Lo estoy haciendo. Pero eso no varía en nada el peso que cargo.

Yo le llamo tristeza a este sentimiento que tengo día tras día, cada vez que me animo a pensar. Pero ni siquiera creo que esa palabra le haga justicia a lo que siento. Es como si entrara a un abismo negro, totalmente sola, y nadie pudiera venir conmigo, sin tener ninguna esperanza de poder salir.

No soy exagerada. Después de todo, las personas no se suicidan por nimiedades o exageraciones.
Pero para suicidarse hay que estar desesperado y yo no lo estoy. Nunca estuve desesperada. Siempre que siento que ese abismo empieza a cernirse sobre mí, rezo. A veces, rezo "desde lo más profundo, te llamo, Señor".

No soy una fanática religiosa. Sé que todo lo que vengo diciendo sueña tal vez a propaganda evangelista, pero yo no pretendo que otros hagan lo mismo que yo. Lo único que sé es que la tristeza que siento es a veces más real que cualquier otra cosa, y que en esas ocasiones, lo único que me rescata de ella es rezar.

Tal vez toda mi vida sienta esto. Tal vez no. Sólo sé que no me gusta, y que daría cualquier cosa por ser feliz, durante más que esos benditos momentos en los que puedo reír con toda mi alma, y alegrarme.

Que rollo que largué acá. Lo bueno es que tengo cierta impunidad porque muy poca gente amiga se toma el trabajo de leer esto y dejarme comentarios, y eso hace que inconscientemente sienta que nadie o casi nadie lee. Además del hecho de que pasado un tiempo, la página se voltea y ya no está más en pantalla lo que escribí, sino que hay que ponerse a buscarlo.

Que tengan todos una hermosa Pascua de Resurrección, y que Dios esté con ustedes.

No hay comentarios.: