7.12.06

Diez

Me siento bien conmigo misma en estos días, pero nunca al 100%. Es como si algo me tirara hacia atrás, inexplicablemente, porque no hay nada malo en mi vida; por el contrario, las cosas andan más que bien.

Pero muchas veces el problema viene desde dentro de mi mente, porque tengo fantasmas alojados ahí y no hago nada para sacarlos. Estoy cansada de pensar y pensar. No puedo hacer nada si no lo pensé antes detenidamente. Y no me permito ser espontánea. Siempre tengo a mano el látigo.

Fui a rendir Derecho Administrativo. Rendir esa materia fue como deshacerme de un muerto que iba arrastrando desde hace tres años. Fui la última en rendir, porque como mi profesor había renunciado, tuve que cambiarme de cátedra, y la resolución de la universidad no había salido para el día del examen final. Por suerte, no soy de la UBA. En ese caso, hubiera sido más fácil incinerar al empleado que lograr que mi trámite saliera a tiempo. Pero me fui de tema. El mismo día del exámen, en el que de por sí ya estaba muerta de nervios, me tuve que poner a gestionar el tema del cambio de cátedra. Me lo aprobaron in situ, y me agregaron manualmente a la lista, pero debido a eso, me agregaron última, y así fue que rendí: última. 3 horas después de que había abierto la mesa.

Estaba muerta de miedo. Me di cuenta de que a pesar de que había estudiado todo (una cantidad monstruosa de fotocopias, resúmenes y papeles varios, como leyes, fallos de la corte suprema, y artículos de la doctrina) había cosas que no sabía con exactitud, aunque en todas las preguntas que hacían yo podía contestar lo más importante.

Cuando me llamaron, me rendí a lo inevitable. Me senté, y muy tranquilamente, rendí mi examen. Y gracias al fallo Pustelnik c/ Municipalidad de Buenos Aires de la Corte Suprema, metí el golazo contra los ingleses, en el 86. No el de la mano, el otro.

Nunca hago metáforas futbolísticas, pero acá lo amerita. Fue un examen clarísimo. Me tocó un tema fácil: los caracteres del acto administrativo. Explicando la presunción de legitimidad, cité a Pustelnik, y metí el golazo. Me dijeron: puede irse, estuvo muy bien.

Y después esperé, esperé, y esperé para saber la nota... y volví a casa debiendo sólo dos materias para recibirme, y con un diez en la libreta.

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