18.9.06

¿Por qué escribo tanto sobre Benedicto?

Lo hago porque siento que tengo que hacerlo, que en cierto modo, es mi deber demostrar que la voz de la Iglesia no se reduce a la de Benedicto, aunque él sea la más ostensible.

Lamento muchísimo que entre Juan Pablo II y Benedicto hayan tantas diferencias. No está a la altura de Juan Pablo II. Pero podría estarlo, si quisiera. Y eso me entristece.

En una entrada anterior, digo que no siento que Benedicto es mi pastor. Pero lo es, aunque yo no lo apruebe, ni lo estime como lo hacía con Juan Pablo II. Sin embargo, por algo es el Papa, y está donde está. Aunque mi fe sea pequeña, y me escandalice por las cosas que dice, o hace, sé que tengo que tener confianza de que el Espíritu de Dios estuvo en su elección.

Pero leo los comentarios de los que no son católicos, y no puedo evitar notar que ellos también se escandalizan por las cosas que dice y hace Benedicto. Y recuerdo un versículo del Evangelio que dice que "es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños" (Lc 17, 1-2) Escándalo viene del griego, y quiere decir "piedra de tropiezo". ¿Tropiezo en dónde? En el camino de la fe. Y con las cosas que hace y dice, Benedicto escandaliza. A aquellos que son pequeños, es decir, a los que tienen una fe incipiente, o apenas el germen de ella, o ninguna. Lo he leído, en diarios, en blogs...

Por eso insisto tanto en el tema de la prudencia. Por eso escribo y escribo sobre Benedicto.

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